La Cage Aux Folles

La Cage Aux Folles es una película divertidísima con diálogos y situaciones desternillantes.
Cada vez que la veo no me puedo reprimir la risa a mandíbula abierta.
Creo que es una de las mejores comedias que he visto nunca.
Tiene un sentido del humor fuera de lo común.
Esto hay que agradecérselo no solo a los guionistas con sus diálogos ingeniosos, sino por las interpretaciones de sus protagonistas.
Cada vez que recuerdo cualquier situación de la película me entra la risa floja.
Además hace una parodia y no una burla de los amaneramientos de ciertos tipos de homosexuales, comúnmente llamados “locas” o “mariquitas”.
Te ríes de la forma de pensar y actuar de sus protagonistas, en especial de Albin, la artista.
Todo en este personaje es entrañable y encantador, al margen de su orientación sexual.
Hace una parodia respetuosa con este tipo de personas que existen en la realidad.
La Cage Aux Folles es una de las primerísimas películas de temática gay que triunfo entre el público heterosexual, ya que sus personajes se hacen querer con facilidad.
Como señalé, contiene diálogos llenos de humor y privados de complacencia morbosa.
Molinaro demuestra que los "diferentes", con sus humanísimos dramas a pesar del moralismo de los "normales", merecen respeto y tolerancia.
Brillantes e incisivos todos los personajes, pero en definitiva, la interpretación de Ugo Tognazzi y Michel Serrault sobresalen.
La Cage Aux Folles es una película cómica de enredo franco-italiana estrenada el 28 de octubre de 1978 y dirigida por Edouard Molinaro, en una adaptación de una obra teatral de Jean Poiret de 1973 que estuvo en escena en el Palais Royal de París durante quince años consecutivos.
Los protagonistas son: Ugo Tognazzi (Renato Baldi), Michel Serrault (Albin Mougeotte / Zaza Napoli), Claire Maurier (Simone Deblon), Rémi Laurent (Laurent Baldi), Carmen Scarpitta (Louise Charrier), Benny Luke (Jacob), Luisa Maneri (Andrea Charrier), Michel Galabru (Simon Charrier), Venantino Venantini (Chofer de Charrier), Guido Cerniglia (El Doctor), Liana del Balzo (Madame Charrier).
Cabe destacar el enorme papel del mayordomo, no tiene parangón.
El argumento muestra lo fútil de pretender ser algo que no se es.
También hay que destacar la banda sonora a manos de Ennio Morricone.
La Cage Aux Folles supuso todo un éxito no solo en Francia e Italia sino también en los Estados Unidos, llegando a emitirse en salas durante todo un año.
El creador de la obra de teatro original participó en la adaptación de la misma para el guión cinematográfico.
Tal fue su popularidad, que se convirtió en la película extranjera de mayor éxito en Estados Unidos durante esa fecha, llegando a obtener tres nominaciones al Oscar a mejor director, mejor vestuario y mejor guión adaptado.
De hecho es una de las pocas películas extranjeras que ha sido doblada en Estados Unidos, y cuyo doblaje corrió a manos del reparto original.
Curiosamente, Michel Serrault había participado en la obra original, y regreso para participar en la película con el mismo personaje.
El hecho de que se tratara de una coproducción provocó la enorme diversidad de títulos.
En francés el titulo era igual al de la obra original, mientras que en Italia se la conoció como “Il Vizietto” (Pequeño vicio).
El titulo en español fue una aproximación al italiano, “Vicios Pequeños”, aunque eventualmente se la conoció más como “La Jaula de las Locas”.
Habría que subrayar que el título de la cinta coloca a la homosexualidad en el zoológico como si fuera la jaula de los chimpancés o de los leones…
El argumento de la película pone en escena el encuentro entre los Baldi, una familia gay, homoparental con los Charrier, una familia conservadora.
Los primeros son dueños de un centro nocturno de transformistas; mientras en los segundos, el patriarca es diputado de la Unión por el Orden Moral.
Siendo los hijos, Laurent y Louise, quienes unen a las familias.
La trama de la película se teje a través de las situaciones humorísticas que supone la “imposible” unión de dos estructuras familiares diversas.
En lugar del choque se produce la risa; en lugar del estigma, distensión; en lugar del gueto, una alianza en la que hay cabida para diversos tipos de familias.
Es para reír la pretensión de excluir en nombre de la tradición y de valores religiosos.
Cabe señalar que el film se produce antes de la aparición del VIH-SIDA, por tanto, se enfatiza el contraste entre las estructuras familiares; y se hilan situaciones divertidas.
La “loquería” de unos contrasta con la solemnidad de otros; aquéllos viven integrados en su entorno de Saint Tropez, aunque no están exentos de burlas y ataques.
Éstos aunque aislados en sus rituales señoriales, tampoco están exentos del acoso de la prensa.
Los primeros viven en la fiesta permanente; los segundos, con continuos dolores de cabeza provocados por un incidente que revela su marcada inviabilidad desde hace casi medio siglo: la doble vida del presidente Berthier quien muere en brazos de una mujer, menor de edad, prostituta y negra, nada más.
La familia Charrier pretende acallar el escándalo con una boda tradicional, bendecida por el papa, que restablezca mediáticamente los valores familiares –al menos esa es la fantasía de Madame Charrier.
El tiro le saldrá por la culata.
La Cage Aux Folles muestra también, como el clóset era un fenómeno practicado por ambas familias en los setenta: para fingir un marco de respetabilidad a su hijo, la familia de locas cambia la decoración de su casa convirtiendo a la “loquería” en austeridad; la celebración del cuerpo deportivo se transforma en cuerpo lacerado; la belleza griega se muda en suplicio judío; los sofás azul aguamarina, se vuelven sillas españolas del XVII; mientras Jacobo, el divertido sirviente de color, se tiene que vestir de frac y ponerse zapatos.
La familia conservadora tiene que ocultar a la prensa cada uno de los mentís que le arroja la vida cotidiana: la respetabilidad se apuntala con la frecuentación de las prostitutas; la única hija de los Charrier se casa con el hijo de los propietarios de La Cage Aux Folles.
Ajena a los dos extremos, la sociedad ríe de los malabares de ambas familias.
Los resortes de lo cómico sacan su efectividad del hecho de que cada gesto está intensamente atravesado por presiones genéricas: la trama documenta cómo se construía en el escenario, una loca o un hombre en los años setenta: Zaza es adorable cuando trata de caminar como John Wayne o comer el pan tostado como “hombre”.
Al bajarse del escenario, la transformista se comporta como una trans y no deja escapar ninguna oportunidad para montar sus escenitas y demostrar sus poderes de manipulación, capacidades para el chantaje, para lloriqueos y pataletas, diva en esencia pura.
En la actualidad la construcción de la masculinidad no recurre a John Wayne que es una reliquia, mientras que el cuestionamiento drag del transformismo, tal como lo practican las travestis, caricaturiza la feminidad y hace énfasis en la exhibición de rasgos masculinos.
El final feliz de la comedia, impone la celebración de la boda como desenlace.
La narrativa de La Cage Aux Folles apuesta por el hecho de que no habría lugar para una política ultramontana, una vez que ha sido exhibido el ridículo de la familia conservadora.
Sin embargo, las escenitas de Zaza di Napoli permanecerían.
Cuarenta años después de La Cage Aux Folles, la vehemencia de los grupos conservadores se ha agudizado acompañada de la multiplicación de casos de su doble moral en un Vaticano decrépito y grotesco.
Por otra parte, las numerosas victorias civiles de la comunidad LGBT y la solidez de las familias diversas, han convertido en vestigio a la familia Baldi, marginada a los espectáculos de transformistas.
Ver La Cage Aux Folles exige un ejercicio de reflexión histórica.
La cinta sin duda queda como un punto importante en la historia de la representación de las homosexualidades (habría que señalar que las lesbianas no aparecen), como una película que aborda el tema gay para un público heterosexual, con las limitaciones y el uso de estereotipos que exige la lógica de un mercado complaciente que optó por someter a la rigidez de clichés, a enclichetar a la diversidad en una homosexualidad amanerada.
Con sus requiebros y devaneos, con sus sombreros de fieltro rosa o sus plumas, Zaza es una loca deliciosa y una histérica manipuladora que defiende sus derechos y afecciones a base de escenitas.
Renato, es una torcida y un padre dispuesto a hacer cualquier cosa por su hijo Laurent.
Sin pensar en ser homosexual, el hijo de una familia intensamente “loca” opta por una opción conservadora de familia.
La famosa escena de la cafetería cuando su compañero le dice que sea más varonil es digna de recordarse.
Al final el mensaje es positivo, pues indica que no importa lo radicales que sean las diferencias entre personas, ya que estas se pueden solventar con un respeto mutuo.



Comentarios

  1. De acuerdo con algunos puntos de aquí, en aquellos años el tema se trababa de una forma diferente, el cine gay era por mucho escandaloso, no como ahora, esta película fue una puesta cómica arriesgada para la época, ahora ya no nos sorprenden tanto esos temas, sin embargo en la La jaula de las locas tratan dos visiones de homosexuales distintos... aparte de divertida toca temas que sin duda si son de relevancia, al menos para el ámbito gay.

    ResponderBorrar
  2. Muy de acuerdo, era una época de excesos en todos los sentidos, en donde la única forma de exponer a los homosexuales, era de manera muy sutil, solo evidente para "expertos con gaydar" o era de manera cómica, para que no "impactara" la retina de los puristas conservadores, por tanto, el film fue muy arriesgado para su tiempo, por eso hay que ver la película, tomando muy en cuenta el año de su producción, para poder entender mucho de sus mensajes. Gracias por dejar tu nota. Saludos.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas populares